Ojo. No es lo mismo.
Un cliente, uno bueno, te compara menos. Le gustas, quiere lo que tu tienes, te elige más allá de un precio. Repite. Habla de ti. Quiere conocer tus novedades y algún día hasta se pondría una camiseta con tu logo para ir por la calle. Está orgulloso de formar parte de lo tuyo. No lo oculta, presume.
Es como esas personas que todos conocemos que hablan bien de Mercadona. El champú, la crema, el pan cristal… Todo lo de Mercadona les parece maravilloso, son fans.
Un «transaccioner», en cambio, va por otro camino.
Te compra por rebajas. Te busca por conveniencia. Te compara. Y si le reduces algo, te lo reclama. No le importan tus cambios, tus novedades y lo que tengas que contarle. Si pudiera, te bloquearía toda la publicidad, por mucho que alguna vez te compre de forma puntual… y tú creas que le gustas. Ponlo en duda, quizá eres compra de una tarde y no te has dado cuenta.
A ojos de un contable ambos son lo mismo. Pero a ojos del marketing de verdad, uno te da presente y futuro mientras el otro, pan para hoy…