Era un obseso de su visión, de lo que quería para el mundo.
Él quería que el ordenador personal empoderara al gran público.
Que los artistas, los rebeldes, la gente que pensaba diferente tuviera le mejor herramienta en sus manos. Quería hacer la tecnología bonita porque sabía que lo que sentimos con el producto influye en qué hacemos con él. Por eso no le preocupaban los gigas o las ranuras, lo que quería era que esa persona se sintiera un visionario, como él.
La visión lo mueve todo, el marketing es solo lo que corre la voz sobre esa visión.