Los políticos mienten.
Mienten porque quieren ganar. Quieren ganar la batalla del discurso. Cuando les conviene alguno dice que cambia de opinión.
El problema es que nadie de los suyos le retira el voto por mentir. Poca gente tiene esa congruencia.
Imagínate que esto lo hiciera una marca. Si te gusta mucho quizá aguantas la primera y la segunda mentira. Pero a la tercera estarás haciendo cola en su competencia. No somos idiotas.
Pero con la política pasa algo distinto.
La gente sigue votando porque ese partido dice cosas que sienten parte de ellos. No votan al candidato, votan un estilo de vida tan apegado a ellos, que dejar de hacerlo sería cambiar de identidad.
Es la fidelidad de marca llevada a la patología. Por eso se apoya el juego sucio. Porque cuesta mucho más cambiar quién eres, que tragar con votar a un tirano.
En las empresas no pasa porque nadie se identifica tanto con un iPhone como con ser de conservador o progre, esa es la gran diferencia.
Cuanto más sienta alguien que lo vendes dice algo de él, más fidelidad tendrá. Pero jamás llegará a lo que pasa con la política.
Buena jornada de reflexión.