Borrachera de erasmus útil para la marca personal

Los que no han estado de Erasmus quizá no lo saben, pero hay una noche donde te lo juegas todo.

Al menos si quieres ligar.

Lo llaman Ludwigs Bar, pero yo lo conocía como el lugar donde los erasmus nos pondríamos morados en Nürnberg.

Era la noche de presentación.

El momento donde todos íbamos a hablar con todos por primera vez y sobre todo, a beber cerveza. Que para algo estábamos en Alemania.

Era, además, el momento de despolvar tu inglés y ver si podías convencer a alguna de esas rubias (casi todas eran rubias) que eras un españolito que sabía lo que se hacia.

Era, en definitiva, el día de elegir pareja de baile. Y más valía que escogieras bien.

Al final no fue para tanto.

Entré con mis colegas (españoles of course) y ya todos hablaban con todos. Era cuestión de seguir la corriente. De estar ahí.

Nos presentamos, nos hicimos una foto de grupo y nos pedimos cervezas del tamaño de un jarrón.

Al final de la noche, con un par de jarras más, ya se empezaban a formar parejas de baile.

El problema de aquella noche es que mi colega Adri y yo nos habíamos fijado en la misma.

Se llamaba Martina. Era checa. Rubia platino. Muy guapa. Valía un millón de aquellas cervezas, al menos para nuestros dos cerebros primarios de aquella noche.

Cuando todos ya se iban vino a nosotros.

Vivo en la residencia de X, os importa si voy con vosotros?

Nos miramos, para ver si el otro se retiraba, pero ante la negativa nos fuimos los 3.

No conocíamos Nürnberg así que a las 3 de la mañana cruzamos por el parque menos iluminado de la ciudad.

¿Y qué pasa cuando vas por Alemania a un parque por la noche?

Pues… no mucha cosa, los moribundos se suelen refugiar en las estaciones, pero aún así no estás solo.

Martina andaba en medio.

Nos habla de Praga, de que allí también hay buena cerveza y de que estaba muy feliz de conocernos.

Adri y yo solo pensábamos en lo guapa que era Martina.

Felices los 3 hasta que las empezamos a oir de fondo.

Dicen que las ratas se ríen, pero solo si hay muchas las oyes de verdad. Adri y yo las oímos mucho esa noche.

Pero había un problema, Martina no las oía o al menos hacía como que no.

Nosotros andábamos, pero teníamos ganas de acelerar el paso y llegar a casa sin un mordisco en el pie. Ya no pensábamos en el pelo rubio de Martina.

Pero nos callamos por aquello de la hombría.

Pronto salimos del parque y creo que Martina se olió que estábamos cagados.

No nos volvió a hablar en todo el erasmus.

Quizá sabía lo de las ratas.

¿Y qué tiene que ver contigo?

Pues que esa primera impresión cuenta más de lo que nos gustaría.

Para la vida, para los negocios y para ligar en un erasmus. Hay momentos de gloria que pasan una vez o solo un par de veces.

Si justo ahí sabes lo que decir.

Si justo tienes una buena historia que contar.

Lo mismo te va muy bien.

Yo te hablo de esos, de contar buenas historias y convencer con ellas, aquí: